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Es uno de los apellidos más extendidos en Aragón. Desde muy antiguo existía en el pueblo de Castilsabás, teniendo casal propio y siendo considerados sus individuos como infanzones de sangre y naturaleza. A mediados del siglo XVII poseía el casal de los A. de Castilsabás, como Señor de él Francisco A., que fué reputado por legítimo infanzón, desempeñando los cargos concejiles de dicho pueblo, que eran exclusivos de los infanzones. Estuvo casado con Ana Secorún, del mismo pueblo, e hija de infanzones también. De este matrimonio fué hijo Juan Francisco A. Secorún, que sucedió a sus padres en los títulos y posesiones. Casó dos veces: la primera con Martina Ordás, del mismo Castilsabás, hija de infanzones de largo abolengo en dicho pueblo, y de este primer matrimonio tuvo a José a. Ordás, que continuó residiendo en Castilsabás al frente del casal de sus mayores. El segundo matrimonio lo contrajo Juan Francisco en el mismo pueblo, con Josefa Juan. De esta unión nació Alejandro A. Juan, que siendo mozo fué a residir a la villa de Lavata, donde casó con Ana Pérez, que era del lugar de Pedruel y tenía casal en dicha villa. Pusieron las armas de los A. en la fachada de ese casal, donde aún se conservan, como igualmente en la alacena de talla de madera que todavía se guarda en el salón principal. De este matrimonio nació José A. Perez, que probó su infanzonía en 1764, siendo reconocido como legítimo infanzón por el Comendador de la Orden de San Juan de Jerusalén, de Barbastro. Son sus armas: Ajedrezado, de azur y oro, en seis órdenes. Bordura de gules, con ocho estrellas de oro. El estudio del escudo heráldico familiar nos "habla" de quienes formaron el origen de la familia A., pues esa era su función, la