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El origen de la heráldica se pierde en la noche de los tiempos, en la época en que los guerreros se protegían del mal y demostraban su agresividad decorando sus escudos con símbolos y marcas protectores. Más adelante, la verdadera Heráldica surgió, en la época de las cruzadas, en la que los caballeros lucían sus escudos de armas como medio para identificarse en la batalla, convirtiéndose estos posteriormente en emblemas de nobleza. La Heráldica se originó pues en los círculos de la más alta nobleza, propagándose posteriormente a otras capas de la sociedad. La concesión del escudo de armas se realizaba pues a un determinado individuo con el derecho a perpetuarlo en su linaje. Quien fuera el principal ancestro y tronco propagador de este ilustre linaje se ignora por su remota antigüedad, siendo tradicional e inmemorial la nobleza de sus hijos, los cuales han gozado siempre y en todas partes de la consideración y preeminencia correspondientes a sus lustrosos nacimientos, no siendo la más esclarecida de sus líneas la que se arraigó y floreció en el lugar de San Mamés, del Ayuntamiento de Poblaciones y partido judicial de Cibuérniga (Santander). También moraron en el lugar de Tresabuela, del mismo Consejo de Poblaciones, y en esta villa. Otra casa radicó en la ciudad de Vigo (Pontevedra). En la ciudad de Cádiz hubo una familia Montes, acaso originaria de la casa santanderina, pues sabido es el gran número de montañeses que por sus negocios comerciales habitaban en la capital andaluza mencionada. Una rama de esta familia gaditana pasó a Chile. José Montes y Orihuela, natural de Cádiz, pasó a Chile y casó en la ciudad de Santiago en 1800 con doña María de Loreto Rosales y Mercado, naciendo de esta unión: Mercedes Montes y Rosales, casada en Santiago de Chile con