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El origen de la heráldica se pierde en la noche de los tiempos, en la época en que los guerreros se protegían del mal y demostraban su agresividad decorando sus escudos con símbolos y marcas protectores. Más adelante, la verdadera Heráldica surgió, en la época de las cruzadas, en la que los caballeros lucían sus escudos de armas como medio para identificarse en la batalla, convirtiéndose estos posteriormente en emblemas de nobleza. La Heráldica se originó pues en los círculos de la más alta nobleza, propagándose posteriormente a otras capas de la sociedad. La concesión del escudo de armas se realizaba pues a un determinado individuo con el derecho a perpetuarlo en su linaje. Quien fuera el principal ancestro y tronco propagador de este ilustre linaje se ignora por su remota antigüedad, siendo tradicional e inmemorial la nobleza de sus hijos, los cuales han gozado siempre y en todas partes de la consideración y preeminencia correspondientes a sus lustrosos nacimientos, no siendo la más esclarecida de sus líneas la que se arraigó y floreció en Extremadura La casa De C. Padilla, que dio varonía a la Casa Romero-C., fue establecida en Canarias pro Don Vicente Romero -C. Padilla y Jaraquemada, hijo primogénito de Teniente General de Artillería Don Luis Antonio Romero-C., II de nombre. Era de noble origen y antiguo solar en Montemolín, de la provincia de Badajoz, en Extremadura. Don Cristóbal de C. Padilla, Capitán de la conquista de Canaria, había nacido en Sevilla, oriundo de Solar de Montemolín y de la nobilísima Casa y familia de los célebres Adelantados de Castilla. Fue su esposa Doña María de Padilla, de mismo ilustre linaje de los Adelantados de Castilla, naciendo de este matrimonio; Antón de C. Padilla (que sigue la línea), Pedro, Martín, Hernando y Ana del Espíritu Santo.